¿Suelen preguntarte de dónde eres?

¿Suelen preguntarte de dónde eres?

Antes de preguntarte a qué te dedicas o quién eres, no te pasa que te preguntan ¿De dónde eres? No sé si es para saber más de ti o para buscar tema de conversación.

Mis orígenes españoles hacen que mi aspecto me haga pasar por un auténtico blanco peninsular, pero una vez que abro mi boca, solo para decir mi nombre, la pregunta en cuestión resuena en mis oídos.

No sé si estoy predispuesto, pero mis cinco años en España me dicen que, la mayoría de las veces, las personas desean escuchar la respuesta que esperan para ponerte una etiqueta.

Venezolano, colombiano, boliviano, peruano, ecuatoriano. Todos cabemos en esa palabra tan usada en los telediarios del mediodía: sudamericano. Una simple etiqueta

No me avergüenza para nada ser venezolano. De hecho, tampoco me enorgullezco por haber nacido en un lugar determinado. Es una realidad que no puedo cambiar. Una verdad que ha integrado de alguna manera mi personalidad, pero no es lo que soy.

El hecho de tener una nacionalidad tampoco aporta demasiada información al que pregunta. Si a ver vamos, un canario es muy diferente a un vasco, o una persona que viva en el barrio obrero de Orcasitas de Madrid guarda tremendas distancias con alguien que tenga la posibilidad de hacer un máster en el Instituto de Empresa.

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En tiempos de divisiones, pretensiones independentistas y delirios de grandeza, los emigrantes retornados e hijos de inmigrantes nacidos en España deben ser abrazados por esta sociedad, tan patriótica como acogedora, pero muchas veces prejuiciosa.

Sumar a la causa de la unión española es vital para la cohesión de una nación que se ve amenazada por el nacionalsocialismo disfrazado de separatismo. Mientras más podamos defender un país grande, diverso y colorido, menos serán las armas de los que pretenden dividirnos.

Mi identidad no está definida ni por mi nacionalidad ni por mi pasaporte, no soy sólo español, soy tan español como la tortilla de patatas, por mis venas corre sangre gallega, pero también la venezolana.

Además de eso me encanta la música brasileña, cubana y el jazz norteamericano, cocino con ingredientes africanos, latinoamericanos y españoles. Tengo amigos en decenas de países del mundo (entre ellos La India), en resumen, soy ciudadano del mundo.

Para cerrar, aclaro que no queremos que esta entrada sirva de paño de lágrimas para el autor, ni para todos los que se han sentido identificados con él. La intención es tener una nueva herramienta para superar este pequeño obstáculo, para nuestro bien y el de nuestras relaciones interpersonales.

Todo está en tu cabeza. Los prejuicios existen en la mente de cada persona, por tanto, es ahí donde debemos erradicarlos

Así como creemos que los demás tienen juicios previos sobre nosotros, nosotros también los tenemos sobre los demás. Es más que claro que los prejuicios no sólo dañan a las personas que te rodean sino también a ti, ya que limitan la interacción y tu desarrollo dentro de un ámbito social. Así que da el primer paso. Quítatelos de la cabeza.

Por otra parte, evita hablar tanto sobre tus orígenes. Por el contrario, interésate en todo lo que tienes que conocer sobre el país que te está acogiendo, de ser ese el caso.

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