Serie Venezuela: Los niños de la calle

Serie Venezuela: Los niños de la calle

Hugo Rafael Chávez Frías juró durante su mandato (1999-2013), que no habría más niños de la calle en Venezuela, porque ellos eran los “hijos de la patria”. “Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños en las calles de Venezuela. Me lo prohíbo. No puede haber niños en las calles de Venezuela. Asumamos nuestra culpa (1998)”. Luego, juró cambiarse el nombre si no la cumplía.

La drástica realidad en el 2017 es que las estadísticas demuestran que se ha engrosado el número y que no hay programas gubernamentales que los atiendan debidamente.  Es un drama causado por el aumento de la pobreza, derivado de la peor crisis económica en el país.

En el mundo ideal, todos los niños deberían tener derecho a una familia, un hogar, alimentación, educación. Tener protección por parte de los ciudadanos y del estado. Pero en las grandes ciudades, los niños de la calle son invisibles. Deambulan con hambre y sin rumbo. Con ganas de cariño, atención y reconocimiento porque ellos si existen.

Caracas no es la excepción.  En la capital venezolana, los niños en situación de calle caminan solos o en pequeños grupos. Hurgan la basura para buscar algo de comida que les distraiga el hambre y alguno que otro objeto desechado para jugar.

Un fenómeno ha ocurrido durante los últimos más de 110 días de protesta. Niños de la calle se han unido a las manifestaciones, porque éstas ocurren en “sus calles”. Los pequeños marchan sin miedo y gritan con la gente. Los adolescentes se han hecho escuderos. Se mezclan entre los estudiantes que protestan y se reconocen entre ellos como la Resistencia, la generación “Libertadora”. Los adeptos al gobierno acusan a la oposición de haberlos enlistado como escudos humanos. No se sabe la razón, pero ahora la gente los ve. Los ayudan, porque las manifestaciones son a diario y la gente está en la calle.

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De la nada aparecen camionetas, abren una puerta y los llaman. Los niños y adolescentes corren al llamado porque saben que allí hay alimento, ropa limpia y hasta zapatos. Les dan agua limpia, sándwiches, comidas calientes en envases cerrados.

Es una tragedia. No es el deber ser. Los niños no deberían estar en la calle. No deberían vivir la agresión del régimen. Los niños no deberían tener escudos ni las caras tapadas con trapos mojados en bicarbonato jugando con piedras y bombas molotov. Los niños deben estar en su casa, protegidos, seguros. Pero para ellos, esta oportunidad les ha dado la ilusión de ser visibles y de ser aplaudidos como valientes. Como parte del país.

Fotografía por Emily Avendaño

Cuando todo pase (porque ésto va a pasar), esperamos que el nuevo estado en alianza con las ONGs que operan en el país, las empresas y los ciudadanos, los ayuden y los reconozcan. Es urgente crear programas para reinsertarlos a la sociedad como es debido.

Prohibido olvidar que ellos también fueron víctimas y participaron como libertadores por el cambio.

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