Luego de un tormentoso trayecto, atribuible a equivocaciones de una conocida empresa de envíos, los libros que fueron editados en Venezuela finalmente llegaron a mi casa, en Texas.
Esta vez me toca contar una historia en la cual este humilde servidor se erige como un superhombre casi epopéyico…
Una pequeña anécdota ocurrida hace más de 20 años y que la dedico a todos los venezolanos que emigraron al Cono Sur.
Lectura prohibida para los “no puedo”
De cómo la dislexia te hace ser un hombre público aunque no lo estés buscando.
Cuando el ingeniero ambientalista de Puerto Cabello visita Houston por vez primera.
