Humor: El volcán

Humor: El volcán

Humor: El volcán

Siempre he considerado petulante a los individuos que narran un hecho de alto riesgo en primera persona y, además, en donde el propio relator salga gloriosamente triunfante.

Pero la lengua es el castigo del cuerpo y esta vez me toca contar una historia en la cual este humilde servidor se erige como un superhombre casi epopéyico…  Y de paso, ante la presencia de varios acompañantes de mi afecto personal.

Para hacer el cuento breve, ahorraré indicar el sitio donde ocurrió el acontecimiento porque el mismo sucedió en unas coordenadas geográficas ubicadas en el medio de la nada. Lo verdaderamente trascendental de este relato era que yo estaba al frente de un volcán lleno de una candente lava fluida, pero sin tener la sospecha del punto crítico en donde esa lava oscura pudiese desparramarse.

 

el volcán

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Aun y cuando no soy geólogo, ya había tenido experiencias similares, tanto en Italia, como en Costa Rica, Ecuador y Chile. En todas esas ocasiones, las circunstancias de fuerte sensación y de alta densidad calórica fueron inolvidables.

Para este caso particular la situación era mas compleja. Lo primero y mas prudente que hice fue apartar a mis acompañantes de la cercanía de la cima del volcán. Todos querían acercarse lo mas posible al material ígneo. El olor característico que se desprendía de la superficie y la elevada temperatura del magma interior dejaron de ser intimidantes para ellos.

Tuve que gritarles a todos:

- ¡Aléjense!... Yo soy el único que debe probar cuan firme está la superficie del cráter.

El conglomerado derretido y el ambiente calcinante hacían imposible que yo pudiera tocar el material con la mano. Era necesario usar instrumentos de inserción, ya que el centro de la cámara magmática era un hervidero.

Antes de hincar la herramienta de plata en el lugar técnicamente correcto (para así prevenir la propagación desordenada del líquido ardiente), una de las acompañantes se acercó y con autoridad me dijo: 

-Espero que como un acto de cortesía me permitas que yo sea la primera persona que tenga el gusto de hacer eso.

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Haciendo gala de mi caballerosidad, tuve que ceder ante tal petición. Se trataba de una justa exigencia solicitada por mi hermana María Eugenia, quien viajaba conmigo y con toda la familia en un crucero por el Golfo de México y estaba deseando probar de primero el volcán de chocolate que el mesonero me había traído para finalizar la cena.

 

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